Enfermedades de la adolescencia

"Del amor no sintió la intensa magia y consiguió...una buena blenorragia" (J.A Silva) 

Recuerdo la fascinación que tuve en mi adolescencia por el diccionario. A los 12 años más o menos, dedicaba casi un par de horas diarias a leer un Pequeño Larousse de color rojo. Luego, llegaron a casa los diccionarios enciclopédicos con biografías y datos sobre países y su historia. Así, el tiempo que pasaba leyendo diccionarios aumentó. Pero, nunca dejé el Larousse hasta la Universidad. 

Una vez, encajando en un cliché de mi edad, me pregunté si los diccionarios tenían el significado de palabras consideradas groserías. Empecé por la obvia: mierda. Y sí, estaba en el Larousse. Luego, busqué "malparido" pero no la encontré. En cambio, hallé "malnacido", la versión marica de malparido. También está la versión filosófica de Heidegger: el humano es un ser arrojado al mundo o su expresión literaria en la impactante escena del nacimiento de Grenouille en la novela El Perfume. Pero, no sé igualan con la simpleza, sonoridad y efectividad de la palabra "malparido". Esa sonoridad impactante para el insulto es propia de los colombianos. 

Los colombianos usamos, por ejemplo, la palabra "gonorrea" para insultar, de hecho es el insulto nacional. Tal vez somos los únicos hispanohablantes que usamos una enfermedad, y venerea para más inri y humillación, con el fin de insultar. Quizá comprendemos que un buen insulto debe ser como un puñetazo verbal y "gonorrea" con sus dos vocales abiertas y su doble erre es como un jab seco y directo en la autoestima. Decir "que tal ésta sífilis" suena como una caricia del viento, por más que la sífilis sea una enfermedad mucho más terrible y agresiva que la mentada gonorrea. Aún me fascina el diccionario, hoy en día los uso en versión digital y para buscar palabras puntuales que no entiendo al leer otros libros, nada más. A veces las buenas costumbres se pierden ¡Que gonorrea!

Comentarios

Entradas populares de este blog

Erase una vez un país de mierda de cuyo nombre no quiero acordarme

Diciembre, pólvora, policías y nazis

Borges: ser colombiano es un acto de fe