La luz es como el agua: descubriendo un nuevo mundo
La luz es como el agua
(1978) es uno de los Doce Cuentos Peregrinos del escritor colombiano Gabriel
García Márquez. Cómo en los demás relatos del libro, las acciones de los
personajes transcurren en el extranjero. Los personajes principales son los
miembros de una familia de inmigrantes
provenientes de Cartagena y conformada por los padres y dos niños (Joel y Totó)
que se ha instalado hace un tiempo en Madrid. Joel de nueve años y Totó de
siete quieren de forma persistente que sus padres les compren un bote de remos porque
se lo han prometido antes de mudarse de Cartagena, un pedido inverosímil
teniendo en cuenta que en Madrid no hay dónde navegar. El padre impulsado por
el deber impuesto por la promesa, y a escondidas de la madre, finalmente les
compra el bote. Con dificultad y con ayuda de sus compañeros de clase los niños
logran ubicar el bote en su cuarto.
Luego,
aprovechando que los padres van todos los miércoles al cine y gracias a una
indiscreción que tuvo un adulto (el narrador) con Totó, los niños pueden navegar
su bote dentro del apartamento. El
secreto: la luz es como el agua, es decir, al igual que el agua corre por alcantarillados y tuberías, y sale por los
grifos con el accionar de las llaves, la luz corre por cables y llega a las
bombillas de las casas al accionar interruptores. De esta manera, los niños cierran
las puertas y ventanas de la casa y rompen un bombillo para que un chorro de
luz dorada empiece a llenar la estancia hasta que los niños cortan la corriente
cuando la luz ha alcanzado un nivel suficiente para para navegar en el bote.
Meses
después, motivados por su curiosidad, los niños piden equipos de buceo, pero
los padres se resisten a comprárselos. Para lograr su objetivo Joel y Totó les
proponen a sus padres que, si ocupan los primeros lugares en el colegio, se
harán merecedores de los equipos. Los padres confiados en que sus hijos no van
a lograr su objetivo académico, pues siempre han ocupado los últimos lugares, no
dicen ni sí ni no a la propuesta. Por ello para los padres les es imposible no
comprarles los equipos luego de que los niños ganan los primeros puestos. De
nuevo, a través de una promesa, los niños vuelven a lograr sus propósitos. Llama
la atención como la madre reprocha a los niños poner el deber sobre el capricho,
haciendo eco de un imperativo casi que kantiano, y como se ve obligada luego a
satisfacer el capricho de sus hijos en nombre del deber que impone la promesa,
pues nunca les dijo que no. Finalmente, tras la premiación por el logro
académico los padres autorizan a Joel y Totó para agasajar a sus compañeros de curso con
una fiesta en la que comparten sus secretas aventuras de los miércoles. Sin
embargo, en ésta ocasión se les pasó la mano rompiendo focos de luz, el
apartamento se inundó y tanto Joel, Totó y sus compañeros terminaron ahogados.
El
relato establece entre otras cosas, un contraste entre el mundo adulto y el de
los niños a través de la forma como los padres y los hijos asumen la vida lejos
de su lugar de origen. Por un lado, hay unos padres habituados a la vida
madrileña, sus salidas todos los miércoles a cine y la resistencia a comprar el
bote a los niños (aun siendo el pedido inverosímil) son prueba de ello. Por
otro lado, están los hijos que se resisten al modo de vida que les impone ésta
ciudad europea, y en ausencia de los adultos de la casa viven aventuras
fantásticas que rompen con el desarrollo común y cuadriculado de la vida
impuesta por los padres. El contraste entre el mundo adulto, determinado por
rutinas y hábitos y el mundo de los niños regido por aventuras, puede
apreciarse también en una imagen poética sobre el final del cuento, cuando se
describe la forma en la que flota todo el contenido del apartamento en la luz.
Por una parte, están los diversos objetos del mundo cotidiano de los adultos,
los cuales simbolizan sus rutinas: películas prohibidas para niños, prótesis
dentales, preservativos, pomos y cremas. Por otra parte, están flotando los
compañeros de curso de Joel y Totó orinando las macetas, burlándose del rector
cambiándole la letra al himno del colegio y tomándose el brandy de los padres
de los dueños de casa. Joel y Totó flotan buscando estrellas y faros
alimentados por la curiosidad y la necesidad de asombro, desafío, ruptura y
aventura versus rutina. Los niños tienen así, el papel que les adjudica
Nietzsche en su metáfora de las tres transformaciones: creadores y
descubridores.
El final del cuento conjuga los elementos de la inmigración y el
contraste entre el mundo adulto y el de los niños con una alusión al proceso de
colonización de España en América. En dicho final se invierten los papeles de
colonizadores y colonizados. Los aborígenes pasan a ser los europeos y los
navegantes en un nuevo mundo los que los europeos llamaron aborígenes: “En
Madrid, España, una ciudad remota de veranos ardientes y vientos helados, sin
mar ni río, y cuyos aborígenes de tierra firme nunca fueron maestros en la
ciencia de navegar en la luz”. Teniendo en cuenta el contraste establecido en
el párrafo anterior, los colonizadores son los inmigrantes Joel y Totó, ya que sus
padres se han adaptado a las costumbres de Madrid. Joel y Totó traen la magia
de América a tierras europeas, una América que aun tiene mucho que contar y
crear: la inmigración es una nueva colonización. En éste corto cuento, una vez
más Gabriel García Márquez a través de la introducción de lo fantástico en lo
cotidiano nos habla de dos realidades que se relacionan entre sí: la de la
familia y la de un país.
La fantasía de lo cotidiano, indiferente para algunos.
ResponderEliminarAsí es!
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